domingo, 22 de marzo de 2009

La cumbre de la luna

Este artículo es tan perfecto que a Barrera Tyzska deberían darle otro premio de inmediato. Es un análisis político en prosa. Salve Alberto Barrera!

Opinión
Alberto Barrera Tyszka
El Nacional / ND


La cumbre de la luna
José Saramago describió una epidemia a partir de un hombre que, de pronto, se queda ciego frente a un semáforo en rojo. Así supimos que la ceguera también puede ser un contagio, un desesperado método de destrucción social.

Esa misma infección colectiva parece haber tocado al Gobierno después del 15 de febrero.

Cuando el presidente Chávez habla de "gobernadores escuálidos", y reitera su amenaza de "tomar" militarmente puertos y aeropuertos, no hace otra cosa que ejercer impunemente la ceguera.

Ese es uno de los rasgos fundamentales de lo que nos ocurre hoy: el poder se niega a ver al pueblo, o al menos a un importante sector del pueblo. No quiere mirarlo, reconocerlo.

No lo acepta. Se empeña en lograr, desde el ejercicio autoritario del Estado, aquello que no pudo conseguir en las elecciones: "pulverizar" al diferente, aniquilar al distinto, borrar cualquier disidencia. La estrategia política es de un cinismo colosal: ignorar a más de 5 millones de votantes. Obviar a una gran minoría de ciudadanos. Actuar como si no existieran. Dar por sentado que no cuentan. Imponer un nuevo sistema de exclusión, soterrado, organizado y distribuido desde el Estado y desde las instituciones. Es la violencia brutal del que silencia, del que te niega.

Ya no deberían quedar mayores dudas: el chavismo no es un movimiento social, no es un partido de masas, no es ni siquiera una corriente de pensamiento y acción popular.

Tampoco es una ideología. El chavismo es una religión, una religión muy disciplinada. Su verdadera vocación es el control. Conquista territorios, catequiza, convierte... no tolera
divergencias. O te sometes a su dios, o eres un hereje. O aceptas y te resignas o serás expulsado del paraíso. O te sacrificas o serás condenado a vagar descalzo por todos los desiertos.

Actúa como una iglesia. Reproduce sus dogmas a pesar de cualquier riesgo, incluso si atentan en contra de aquello que supuestamente los justifica. La doctrina siempre es más importante que la vida. (¿Habrá que recordar, por ejemplo, que el oficialismo católico todavía prohíbe el uso de preservativos?). Repiten las instrucciones sagradas que dicta el santo padre. Aquello que el rebaño rechazó en 2007, de manera consciente y voluntaria, será ahora impuesto sin ningún parpadeo. El reino de Dios es un cuartel.

No tardó nada en salir Tarek, el discípulo de verbo encendido, pregonando las bondades de su propia mutilación, dando gracias por la pérdida del poder regional. También de inmediato saltó Mario Isea proclamando que la descentralización es un milagro en contra del sabotaje. Y el apóstol Carlos Escarrá fue más lejos en su júbilo, al afirmar que todo este proceso "permitirá una prestación eficiente de los servicios públicos"... Es un ejemplo perfecto de la traición democrática. Los representantes le dan la espalda a sus representados y reconocen que, legítimamente, ellos nada más representan al poder. La única conexión posible con la base es a través del Palacio. También hay un Vaticano en Miraflores.

Ciertamente, nos ronda una atmósfera orwelliana. Estamos más cerca de 1984 que de cualquier novela de Víctor Hugo. En la sociedad que narra Orwell existe un nuevo lenguaje, en el que las palabras están despojadas de sus significados o tienen un sentido distinto. Es un absurdo que, de alguna manera, también nos pertenece. El presidente Chávez destruye la integridad nacional, consagrada en la Constitución, al tiempo que afirma: "Estoy dispuesto a aplicar todo el peso del poder nacional para lograr la unidad territorial". El presidente Chávez decreta un nuevo orden regional, divide a su antojo al país, mientras dice: "No vamos a permitir que fracturen a nuestro país en pedazos". La farsa es una parte fundamental de nuestra nueva liturgia. Amén.

En el fondo, la experiencia ciudadana y civil está cada vez más acorralada. El Gobierno se ha convertido en un ejército enemigo. La religión chavista es, probablemente, tan sólo, una nueva versión de nuestro viejo militarismo. Moderna y muy mediática. Tan efectiva como afectiva. Contrariamente a lo que ellos piensan, quizás Hugo Chávez y sus acólitos pasen a la historia por haber arruinado una de las grandes oportunidades de la izquierda en el país. Estamos de vuelta al pasado.

El Presidente nos manda a ejercer la democracia en la cumbre de la luna. Nuevamente, lo rapta la ceguera. Quien no ve la realidad a veces cree que la realidad no existe. Porque muchos votamos en contra de este proyecto. Muchos creemos en la diversidad. Muchos no tenemos religión. La cumbre de la luna queda en la casa, en el trabajo, en la calle. En la página que escribo.

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