martes, 24 de enero de 2012

El discurso del rey


Dr. Ernesto García MacGregor

El primer discurso del presidente Washington duró cuatro minutos. El de Gettysburg, de Abraham Lincoln, considerado como uno de los más citados de la era moderna, dos minutos. La alocución del rey Jorge VI dirigida al pueblo inglés donde anunciaba la entrada de Inglaterra en la II Guerra Mundial se llevó siete minutos, y eso que el soberano era tartamudo. El presidente Franklin D. Roosevelt ofreció 13 discursos en los 12 años que duró su gestión. Su famosa disertación a raíz del ataque a Pearl Harbor donde le declaraba la guerra al Japón se llevó a cabo en seis minutos. Todos hechos trascendentales y de importancia excepcional que sin embargo, fueron expuestos en corto tiempo. Porque como diría Gracián “Lo bueno, si breve, dos veces bueno” y es que lo extenso de la verborrea es inversamente proporcional a su significancia.

En cambio nuestro mandatario candidato a la eternidad en el poder, tardó 10 fastidiosas horas, sin ni siquiera ir al baño, para improvisar al voleo, lo que se suponía debía ser la Memoria y Cuenta, que tradicionalmente se lee de un manuscrito para así ser concreto y preciso, y sobre todo, para que quede constancia para la posteridad de un informe pormenorizado de lo desarrollado a lo largo de ese año. Pero el que te conté, con el disfraz de ovejita que llevó ese día, convirtió este importantísimo instante en otra simple cadena electoral televisada, donde aprovechó para cantar, contar chistes, anécdotas y un sinfín de tonterías que desdicen mucho de las condiciones intelectuales del dictador.


Las “Memorias” no se debaten en ese momento. No se estila dar la palabra a los diputados opositores. Craso error que la candidata María Corina aprovechó para decirle la cruda realidad de lo que ocurría en el país verdadero. Pero no aprende, desde entonces han seguido las cadenas casi a diario llenas de insultos mentiras y odio. Que oiga quien tiene oídos…